Descripció
23 abr. 2018
Resumen
En muchas ocasiones, la ciudadanía ha sido uno de los principales agentes impulsores de la recuperación, conservación y reactivación del patrimonio industrial en la ciudad de Barcelona. Aquí se muestran 20 casos de antiguas fábricas en desuso que fueron objeto de campañas de reivindicación por parte de la ciudadanía, entidades vecinales y otros actores sociales, y que hoy en día se han convertido en nuevas piezas urbanas que acogen equipamientos públicos, viviendas u otros usos productivos.
Descripción
El posicionamiento de los movimientos sociales en relación al valor del patrimonio industrial ha ido evolucionando de manera paralela al conjunto de la sociedad. Según los trabajos de Checa-Artasu (2007), la salvaguarda del patrimonio industrial de Barcelona puede clasificarse en tres periodos. Una primera etapa que se abre con la Transición y se cierra con la nominación olímpica (1976-1986) y en la que las reivindicaciones ciudadanas de zonas verdes o de equipamientos en áreas o edificios anteriormente industriales obliga a la administración a realizar sus primeros posicionamientos respecto a la gestión de las piezas. Este es el caso de la Espanya Industrial, la Maquinista o la fábrica de la Pegaso.
El segundo período (entre 1986 y 1999, año de redacción del Plan estratégico del sector cultural de Barcelona) está fuertemente condicionado por el influjo olímpico y en él se priorizan las nuevas operaciones urbanísticas frente a la reflexión sobre la conservación del patrimonio industrial. Algunos casos suponen excepciones que contribuyen a conservar de manera consciente determinados elementos singulares, como pueden ser el Vapor Vell, la Sedeta, Can Felipa o Can Fabra.
Paradójicamente, la sistemática destrucción del tejido fabril del sector de Icaria (Sant Martí) para la construcción de la Villa Olímpica impulsa una tercera etapa (desde 1999) que se fundamentará en una mayor concienciación respecto el valor de este patrimonio, aunque lo haga casi exclusivamente con criterios arquitectónicos que descuidan cuestiones sociales o de memoria histórica (Tatjer, 2008). Por otro lado, a partir de los años noventa se generalizan los trabajos de investigación y divulgación (Granados, 1991; Checa-Artasu, 2007; Tatjer, 2004), lo cual contribuye a favorecer una visión más integral de este complejo fenómeno, tanto desde la administración pública como desde la ciudadanía, y las antiguas fábricas se convierten en equipamientos comunitarios (una sede del Muhba en Oliva Artés, un centro cívico en la Farinera del Clot, la sede de la Universitat Pompeu Fabra en Ca l’Aranyó, la biblioteca del distrito en Can Saladrigas) o contenedores de otras actividades de iniciativa privada (como Can Framis, convertida en museo).
A pesar de ello, aun quedan importantes complejos industriales cuyo uso todavía es reivindicado por la ciudadanía y no tienen un futuro lo bastante definido: a la conflictiva Can Ricart habría que añadir otros espacios como Ca l’Alier o Benet Campabadal, ambos con un proyecto en fase de desarrollo.